El curso pasado nos comprometimos a remitirles, en momentos puntuales, pequeñas aportaciones que tengan relación con la educación y preparación de los niños para la vida.
La meta de hoy es, a través de estas recomendaciones, conseguir que nuestros niños descubran el placer de la lectura y lo vamos a hacer por etapas:
- De cuatro a seis años
- Lean cuentos a sus hijos todos los días que sea posible. El mejor momento, por la noche, antes de dormir.
- Adopten un tono misterioso, de entusiasmo… según las características de los diferentes personajes y las situaciones.
- No interrumpan la lectura de una historia una vez comenzada. Para estructurarla, el niño necesita un principio, un desarrollo y un final.
- Los cuentos de “miedo” tienen su utilidad: ayudan a los niños a proyectar su propia angustia y agresividad sobre los personajes. Son liberadores.
- Los cuentos de animales no son intrascendentes. Sirven para que los niños vean reflejadas, sin traumas, sus vivencias.
- No hay que abrumarlos con historias “con problemas”, porque también necesitan evadirse de la realidad, soñar y dejar volar la imaginación. Pero, si la familia atraviesa una situación difícil, puede ayudarlos una historia que aborde el problema con delicadeza, a su medida, para que lo entiendan.
- No hay que repetirles que tienen que aprender a leer para estudiar y sacar buenas notas, la lectura-placer les abrirá las puertas de la lectura-instrumento.
- Si después de escuchar un cuento, el niño quiere hablar sobre él, conviene atenderlo. Pero hay que evitar hacerle preguntas sistemáticas para ver si lo ha entendido. Tratando de analizarlo todo, desaparecerá la magia.
- Es importante que los cuentos conserven la magia, tanto en las ilustraciones como en los textos. Algunos cuentos, excesivamente didácticos, no cumplen con el objetivo fundamental de encantarlos.
- La hora del cuento no es tan solo la de contar una historia. Es un momento mágico en el que, oyente y narrador, se convierten en cómplices. Recurran a menudo a preguntas como “¿y sabes qué pasó?” “¿qué te parece?”, para favorecer la participación del niño.
- De siete a nueve años. Busquemos libros que cumplan estas premisas:
- No le impongamos un libro. Le haremos una propuesta variada y le dejaremos elegir su lectura. Es fundamental que él descubra lo que le gusta.
- Si un libro tiene demasiados personajes y no hay protagonistas con fuerza, la atención se dispersa, no sabe quién habla, ni cuál es el personaje principal. Abandona el libro porque pierde el hilo de la narración.
- El libro debe tener ilustraciones. A los siete años, acaba de dar un salto importante de la lectura mecánica a la comprensiva. Aún añora los dibujos. La ilustración, en esta etapa, tiene la misión de ayudar a entender, de completar la historia, de enriquecerla y de proporcionar un descanso.
- Las ilustraciones deben ir a la vez que el texto, si van antes o después, el lector se “enfría”
- Escogeremos libros con lenguaje sencillo. Si es complicado, se cansará de descifrar.
- Si un libro en sus primeras páginas no despierta la curiosidad, el niño lo dejará. Desde el principio debe captar su atención y la emoción debe ir creciendo hasta el desenlace.
- No elijamos cuentos con demasiadas descripciones. En estas edades quieren contenido, acción. Descubrirán la belleza del lenguaje más tarde.
- Necesita libros con espacios blancos, con un texto aireado para no sentir la sensación de encontrarse en un laberinto de letras.
- Las letras deben de ser grandes, que no dé sensación de ser un libro difícil de leer.
- Deben empezar a leer solos, pero si el niño nos pide que le leamos, debemos hacerlo. Es parte del proceso.
- De 10 a 12 años. En esta etapa es esencial la orientación. Debemos tener en cuenta lo siguiente:
- La comprensión. Los hábitos de lectura comprensiva se adquieren antes de los once años. Debemos preguntarles sobre el mensaje del libro para saber si sabe extraerlo.
- La identificación. Los niños y adolescentes tienen la facilidad de dejarse llevar por las historias, de ponerse en lugar de los personajes. Debemos buscarles novelas ricas en emociones y sentimientos, de acción rápida. Novelas de historia, de ciencia ficción o de aventuras. Funcionan muy bien.
- La realidad. En estas edades los niños empiezan a descubrir la belleza del mundo, su complejidad y también su crueldad. La novela es el medio ideal para comprenderla.
- Novela-espejo. Vivir la vida de otros personajes es importante en una edad en que uno se busca a sí mismo. Por eso es bueno que lean novelas en las que el protagonista sean niños como ellos, con los problemas propios de su edad. Leer ese tipo de novelas les ayuda a reafirmar su personalidad.
- Los clásicos. Es muy importante facilitarle el camino hacia los clásicos empleando “rutas” atractivas que despierten su curiosidad: teatros, películas, vídeos, recitales, comics y libros adaptados.
- El comic.No lo desestiméis como género. Puede ser muy útil. Contribuye a que comprendan mejor, promueve el interés y la afición por la lectura y desarrolla valores.
- La calidad visual. El formato, las imágenes, los colores… son ingredientes que hacen más apetecible la lectura.
- La tecnología. No podemos negar que el mundo de los niños pasa también por la lectura en pantallas. Son hijos de esta época. Debemos aprovechar esta forma de leer, con sus ventajas y sus riesgos, pero siempre vigilantes.
- La biblioteca. En el Colegio tienen a su disposición bibliotecas escolares que deben utilizar a menudo. Si logramos que los alumnos de estas edades utilicen las bibliotecas públicas o privadas, habrá merecido la pena todos los esfuerzos realizados para hacerlos lectores.
- Las revistas. La rebeldía de las revistas de calidad recupera a muchos lectores que han dejado de serlo en estas etapas. Conectan con los jóvenes enseñando, divirtiendo e informando.
Por último, recordar que si tenemos niños menores de tres años, debemos leerles cuentos, sentados a su lado. Lectura y ternura deben ir unidas. No imponerles la “lectura” si no les apetece. Leer los libros siempre igual, sin cambiar las frases. Necesitan que sea siempre la misma historia. No debemos “borrar“ las palabras que parezcan difíciles. Van a ampliar su vocabulario. Y las palabras misteriosas aumentan su imaginación. Hay que dejarlos que manipulen sus libros cuando les apetezca, aunque se estropeen, pero también hay que enseñarlos a quererlos. Poco a poco, aprenderán a respetarlos.
Un saludo afectuoso
La Dirección